martes, noviembre 04, 2008

Vive el país la jornada más roja en cinco años

Por: El Universal,
Martes, 04 de Noviembre de 2008

Reportan 58 crímenes violentos en 24 horas; Guanajuato, Sinaloa y BC, entre los estados afectados
MÉXICO, D.F.

Al sumar 58 crímenes relacionados con la delincuencia organizada en el país, en las últimas 24 horas se vivió la jornada más sangrienta en el último lustro, de acuerdo con el registro que lleva EL UNIVERSAL.

El domingo a la media noche, un hombre herido de bala fue rematado a balazos por sujetos que irrumpieron hasta el quirófano de la Cruz Roja donde era atendido, en Ciudad Juárez, Chihuahua, entidad en la que se reportaron un total de seis homicidios.

Otra de las víctimas fue un subcomandante de la Policía Municipal en Janos, que murió en un enfrentamiento con narcotraficantes.

En Uriangato, Guanajuato, un comandante y dos agentes fueron ejecutados cuando desayunaban en una fonda. La dueña del local y una empleada también perdieron la vida: En Celaya balearon una patrulla municipal, con saldo de un policía muerto y uno herido, y en Irapuato abandonaron la cabeza de un ex guardia en el baño de una gasolinera.

Néstor Peña Sánchez, comandante de la Procuraduría General de Justicia del estado de México asignado a la región de Almoloya de Juárez fue acribillado cuando salía de su domicilio.

En Nogales, Sonora, tras sufrir un ataque con armas de fuego y granadas, murió la noche del domingo el director de la Policía Estatal de Seguridad Pública, Juan Manuel Pavón Félix.

El alto mando policial fue emboscado, junto con sus escoltas y otros elementos, cuando ingresaba a un hotel tras realizar varios operativos de seguridad en esa población.

En los alrededores del Mercado San Juan de Dios de Guadalajara, Jalisco, fue asesinado el agente investigador Eduardo Esquivias Jaime.

En Sinaloa, entre la noche del domingo y el lunes, la disputa entre presuntos narcos por la plaza cobró la vida de 19 personas; cuatro fueron calcinadas dentro de un vehículo; otros tres eran adolescentes entre los 14 y 17 años de edad y dos mujeres.

En Tijuana, Baja California, seis hombres fueron ultimados a balazos por hombres armados en el interior de una bodega de frutas y verduras certificada por la Sagarpa, confirmó el subprocurador de Justicia en Tijuana, Salvador Ortiz Morales.

Cuatro homicidios más fueron reportados en Michoacán y en el penal de la ciudad de Durango murieron nueve reos al enfrentarse por el control de venta de drogas. En un paraje serrano del poblado Navajas, localizado sobre la carretera Durango-Mazatlán, fueron hallados tres cuerpos en estado de putrefacción.

En el municipio La Unión, Guerrero, fue hallada una mujer asesinada de tres impactos de bala de una pistola 9 mm.

Un homicidio por hora
En los tres primeros días de noviembre sumaron 88 ejecuciones.

-En promedio se cometió un homicidio cada hora (1.2), principalmente en el centro y norte de México.

–El 1 de noviembre ocurrieron 22 homicidios, dos de las víctimas eran policías; al día siguiente fueron 12, incluido un comandante.

-En total, en las primeras 72 horas de este mes han muerto cuatro mandos estatales y ocho policías.

-Una decena más fueron heridos en ataques donde, incluso, se utilizaron granadas de fragmentación.

lunes, septiembre 22, 2008

Bucareli

Jacobo Zabludovsky
22 de septiembre de 2008
El Universal
Semana negra

El acto terrorista más salvaje y sangriento en la memoria de los mexicanos no llegó solo, sino precedido por crímenes que superan los peores en los anales de la delincuencia nacional. Doce cabezas humanas rodando en calles y campos de Yucatán.

Veinticuatro cadáveres con el tiro de gracia en La Marquesa, lugar otrora placentero y seguro de excursiones y días de campo. Tres cuerpos en una camioneta abandonada en Bosques de las Lomas, una de las colonias caras del poniente capitalino. En Toluca emboscan y asesinan a un escolta del procurador, pero de uno en uno los muertos ya no son noticia. Todos los días se levanta una cosecha de asesinatos y secuestros y se han tenido que aceptar nuevos significados a palabras comunes, como levantados, para describir las modernas modalidades de los delitos.

El presidente Felipe Calderón desplazó el martes a la funcionaria que leería el discurso frente al Ángel de la Independencia, para hablar de lo ocurrido la víspera en Morelia. Pronunció un discurso que el miércoles reproducirían, mutilado, los periódicos. El que se escuchó a la sombra del Ángel y en noticiarios de radio incluía un párrafo que alguien en Los Pinos consideró conveniente borrar de las versiones impresas.

“Los mexicanos saldremos adelante unidos, inspirados, fortalecidos por el ejemplo de héroes como Hidalgo y Morelos, quienes nos heredaron un México libre e independiente; porque serán casi 200 años en que los mexicanos aprendimos a pelear por la libertad y a preservarla. Héroes como los insignes cadetes defensores de Chapultepec, quienes resistieron con honor el embate enemigo para preservar la soberanía de la nación. Héroes como Benito Juárez, quien nunca vaciló y logró defender a la República contra el ejército más poderoso de su tiempo, hasta alcanzar la victoria. Héroes como Francisco I. Madero, quien inició con determinación una lucha histórica para que en México hubiese justicia y democracia. Gracias a ellos somos un gran país, gracias a ellos México puede construir su destino”. Hay cierta desmesura entre lo dicho por el Presidente y lo ocurrido en Morelia, tal vez sea esa la causa del borrón.

No intento disminuir el monstruoso atentado de Morelia, de ninguna manera, sólo trato de entender los vericuetos por donde vagan y se pierden a veces las buenas intenciones del Presidente y sus colaboradores. Lo ocurrido el lunes en Morelia no hay modo de minimizarlo, aunque se quiera. Pero la comparación en el discurso parece, hasta el momento, desproporcionada.

Siete muertos según el primer conteo, más de 100 heridos, algunos graves, mutilados, sordos o ciegos, víctimas de crisis nerviosas sin reponerse todavía, son la contabilidad negra de un hecho incalificable. No valieron las advertencias o amenazas que recibió el gobernador de Michoacán antes del atentado. No tomó medida alguna. Ni siquiera ordenó guardias especiales en los hospitales que esa noche rebasaron la capacidad de sus servicios, no aumentó la vigilancia en las entradas a la plaza, no previno al público. Ha llegado el momento de no depender del criterio de un funcionario en la defensa de los ciudadanos frente al terrorismo.

Nunca las palabras han construido trincheras. Y hasta hoy sólo con palabras se trata de impedir delitos de la magnitud del que nos conmueve y preocupa. La estrategia ha fallado. La primera promesa de Calderón, casualmente en Morelia, fue acabar con el narcotráfico y los delitos que de él derivan y se alimentan. De eso han pasado casi dos años y es obvio que la delincuencia en vez de morir ha crecido de tal modo que parece fuera de cauce, tan arrolladora como una erupción y tenaz como el lirio acuático.

Se ahonda, se extiende, avanza en su desafío impune, ha logrado sembrar el temor entre la gente común, la que va a la verbena a comer buñuelos, la de percal y diademas de plástico brilloso, la confiada en que los rufianes se mataban unos a otros y sólo entre ellos. Ya no.

La realidad, retórica y demagogia aparte, es que esta guerra se está perdiendo y no tenemos plan B. No tuvimos, para empezar, plan A. Los verdugos de Yucatán siguen libres cortando cabezas. Los misteriosos ejecutores de La Marquesa, igual. De vez en cuando se captura a un culpable o a una banda, como en el caso del joven Martí, o de otros secuestradores en Guanajuato o Colima. Casos aislados. Triunfos pírricos que recuerdan la frase napoleónica: “Otra victoria de estas y estamos perdidos”.

A los hechos ominosos se agrega una sensación de derrota que debe combatirse ahora mismo. Lo malo es que no sabemos cómo. Los síntomas visibles son desastrosos. Empecemos por aceptar el diagnóstico.

Frente al crimen, México está hoy peor que nunca.

domingo, septiembre 21, 2008



Reforma, viernes 19 de septiembre de 2008
Gramática del miedo
Juan Villoro

El terrorismo borra las nociones militares de "frente" y "retaguardia"; carece de táctica visible; no se sabe si avanza o retrocede. Es más: no se sabe quién es el enemigo. Su única noticia es el horror inesperado.

Cada mañana los periódicos mexicanos anuncian los muertos de la jornada anterior. Para sobreponernos, relegamos el drama a una zona ajena: "los narcos se matan entre ellos". Esta negación es ya imposible. La violencia ha llegado al territorio de los inocentes.

El peligro es difuso: ¿quién ataca? Este espanto es seguido por otro: ¿quién defiende? Las recientes detenciones de secuestradores revelan la participación de mandos policiacos. El combate se está perdiendo, pero lo más dramático es que ni siquiera podemos establecer los bandos. Mientras el Poder Judicial no se depure, no habrá otra sensación que la impotencia.

Todos los sectores políticos han contribuido a esta incertidumbre. El crimen organizado sentó sus reales durante los gobiernos del PRI y el PAN ha sido incapaz de frenar la violencia. El PRD no ha ofrecido mejores resultados en los sitios donde ha gobernado.

La mayor responsabilidad compete -por razones obvias- al Ejecutivo. La inepta política del presidente Calderón ha provocado una reordenación de los cárteles. El Ejército salió a las calles a simbolizar poderío y sólo consiguió agitar un avispero, incrementando las ejecuciones. Las redes de financiamiento y lavado de dinero del narco están intactas y no ha habido detenciones de altos cargos coludidos con el crimen organizado (el último fue Mario Villanueva, por iniciativa del gobierno de Zedillo). El narco mueve el mismo dinero que el petróleo. Es obvio que ese circulante sólo puede llegar a su destino con complicidades oficiales. Sin embargo, los dos gobiernos de la alternancia han perdido la oportunidad de investigarse a sí mismos.

En respuesta al patrullaje del Ejército, las mafias reformularon su estrategia. Ricardo Ravelo ha documentado en la revista Proceso las "narcocumbres" que condujeron a una nueva repartición del territorio. Además, el crimen emprendió una progresiva difusión del terror. Los cadáveres configuran un discurso progresivamente escabroso en el que es posible distinguir "firmas": una banda deja encajuelados, otra decapitados, otra encobijados. Las huellas de tortura y las mutilaciones integran un alfabeto, un estilo reconocible de aniquilación. El video de la autopsia del cantante Valentín Elizalde se puede ver en la red y es posible advertir una técnica cada vez más precisa en la divulgación de atrocidades. Lo que antes eran fotos tomadas con un celular ahora son artificios con posproducción.

El derroche de armamento también es una táctica teatral: los narcos tienen tantas armas largas que se dan el lujo de abandonar 15 en el lugar de los hechos; algunos atracos son cometidos por sicarios disfrazados con uniformes reglamentarios; otros ocurren a afrentosa cercanía de los cuarteles; en todos, el impacto escénico es notorio.

Ante los indistinguibles cuerpos policiacos prospera el "oprobio de autor", la violencia con un estilo reconocible. El enemigo es incierto, pero su salvajismo es cada vez más próximo y diferenciado. La disparidad entre no saber quién amenaza y saber muy bien de qué es capaz crea un clima donde la paranoia es una forma de la sensatez.

El narco va ganando dos guerras: una la realidad, otra en la representación de la violencia. ¿De qué manera se puede reaccionar? La peor respuesta sería la de la normalización de la mirada, aceptar -en la célebre formulación de Hannah Arendt- la "banalidad del mal".

¿Es posible estar informado sin que los datos del horror paralicen al testigo? ¿Cuáles son los límites para exponer los saldos del crimen? ¿Hasta qué punto apoyamos el horror al conjugar su gramática en los medios? Los locutores hablan de "levantones" como si usaran un sustantivo común y los noticieros se ordenan según el guión de "trabajo" del crimen organizado. La indiscriminada exhibición de la violencia acaba por convertirse en un infomertial de quien la comete. ¿Perderemos la cabeza a fuerza de ver decapitados?

No se trata de ocultar la verdad, sino de articular un discurso oponente. Urge una conferencia nacional de medios para llegar a acuerdos sobre cómo regular la difusión del crimen en la arena mediática, donde su efecto es tan fuerte como en el mundo de los hechos. En la sociedad de la información, la resistencia y la esperanza se deben comenzar a construir en los espacios simbólicos que ahora se limitan a ser la caja de resonancia donde el delito adquiere la acrecentada contundencia del sonido directo y el close-up.

Llegamos al último y más dramático punto de esta guerra: las víctimas han dejado de ser selectivas. Cualquiera califica como secuestrable o sujeto de venganza. Los 24 ejecutados de La Marquesa han sido descritos como albañiles o jornaleros. Las granadas lanzadas en Morelia el día del Grito atentaron contra una indefensa multitud. Las amenazas que han llegado por correo electrónico en Villahermosa y Ciudad Juárez se dirigen al ciudadano común. No sabemos quién es el enemigo. No sabemos quién es la policía. Sabemos que estamos en la mira.

En 2007 Rosa María Robles presentó en Culiacán "Alfombra roja", una instalación que de manera irónica aludía a la pasarela de las celebridades en Hollywood. La pieza estaba hecha con ocho mantas de encobijados. La artista logró disponer de evidencias reales, teñidas con la sangre de las víctimas. Esto dio lugar a un contencioso y las alfombras fueron retiradas. Entonces, Rosa María Robles tiñó una cobija con su propia sangre.

El arte se adelanta a la cosas que vendrán. Las dos fases de "Alfombra roja" revelan la forma en que el horror se ha desplazado. Antes la sangre era de "ellos". Ahora es nuestra

martes, septiembre 16, 2008

Mes patrio

¿Y si Calderón no termina su mandato?

Epigmenio Ibarra
Septiembre 13, 2008 por lastresyuncuarto


¿Qué pasaría? ¿Colapsaría el país? ¿Se hundirían los mercados? ¿Reinarán la zozobra y el caos? ¿Habría en las calles más decapitados, más inseguridad, más violencia? ¿Serían las cosas todavía peor que ahora? ¿Qué pasaría, digo, es un decir, como decía César Vallejo de España en esos tiempos aciagos de la guerra civil, si cae Calderón? Si en un arranque de sensatez, dirían unos, de honestidad, dirían otros, de locura o cobardía dirían quizás los más, Felipe Calderón decide que, en efecto, ni puede más ni conviene al país que pueda más, ya que no tiene ni los arrestos ni la legitimidad, el espacio, el control suficiente y necesario para reunir el consenso que el país demanda para salir adelante. ¿Qué pasaría, digo, si este hombre que hoy está sentado “haiga sido como haiga sido” en la silla se hace a un lado?

No comparto la inquietud, la santa indignación de aquellos que creen que hablar de esta sola posibilidad: que Felipe Calderón no termine su mandato, es una especie de sacrilegio institucional, una invocación al caos, el desorden y la locura. Tampoco comparto el miedo histérico y además infundado a conjuras subversivas que esas mismas buenas conciencias expresan, inflamados de una aparente sobriedad o de patriotismo y buenas maneras, en la prensa escrita. No veo, para ser francos y he respirado la insurgencia desde cerca, en el EPR los tamaños para derrocar al gobierno. Le faltan base social, arrojo, fuerza militar y sobre todo doctrina y convicción. Lo suyo, fieles a “la guerra popular prolongada” –de ahí que no haya habido más incursiones guerrilleras–, es la sobrevivencia; la preservación de sus propias fuerzas sobre todo.

A López Obrador y su movimiento, por otro lado, y pese a lo mucho que se le quiere echar encima, el arrojo que pudiera bastarle para el esfuerzo insurgente, está lastrado por la institucionalidad que le sobra. No hay manifestación o mitin en que AMLO no insista –pese al esfuerzo por desvirtuar sus palabras– en el espíritu pacifico de sus movilizaciones. Se toma el Zócalo, sí, pero de 9 a 10 y luego lo cede a su adversario. Es preciso reconocer que la guerra sucia contra él no ha cesado y que sus efectos parecen haber permeado incluso entre los más lucidos. Hoy, más que nunca, por la debilidad extrema de Calderón, resulta, para muchos que olvidan aquella máxima de Reyes Heroles: “Lo que resiste apoya”; que López Obrador, pese a lo que diga en sentido contario y a su insistencia en los métodos de resistencia pacifica, es “un peligro para México”.

Tampoco se avizora la posibilidad siquiera de una asonada parlamentaria. Ya los partidos miran sólo las elecciones que se avecinan. A Calderón los unos, en el PRI, que lo han apoyado en tanto que lo utilizan para preparar su regreso y los otros que los han denostado, en el PRD y los otros partidos del FAP, en tanto que se desgarran en sus pugnas internas, están dispuestos a tolerarlo para sacar raja política de su eventual descrédito. Desdeñan las habilidades mediáticas del régimen. Ciegos y soberbios hacen menos su rating, construido, claro, con el dispendio incontrolado de recursos públicos. Ni hablar pues de, por lo menos, un voto de censura. Menos todavía de referéndum revocatorio.

Por eso insisto y lanzo la pregunta a los amigos lectores, a los colegas como Ciro Gómez Leyva que tanto han hablado del asunto, que han señalado con dedo flamígero las intentonas golpistas, que, más que eso, debo decirlo, me parecen puros arrebatos retóricos: ¿qué pasaría en este país, digo, es un decir y a estas alturas de la historia si el Presidente en turno, uno que está en el poder luego de unas elecciones evidentemente turbias y que con apenas un muy estrecho margen, no del todo claro como lo sostiene en su libro José Antonio Crespo, derrotó a su adversario, no termina su mandato?

Yo no creo que los votos y más aún cuando no está claro que hayan sido los suficientes, ni sean tan limpios como se dice, sean un cheque en blanco para los gobernantes. Estoy convencido de que la democracia no es una fatalidad con la que debemos cargar pese a todo y que los periodos para los que un mandatario es elegido están sujetos al cumplimiento efectivo de sus funciones. Al contrario; la democracia, si queremos que sea real, se valida día a día. Nada se cae, nada se derrumba si, gracias a un proceso de rendición de cuentas, se revoca un mandato. Ya lo dijo, refiriéndose al punzante asunto de la seguridad, Fernando Martí: “Si no pueden renuncien”.

Quizás, digo quizás, sea esa la noticia que el país necesita; porque necesitamos con urgencia una bocanada de aire fresco. Quizás si Calderón renuncia, digo, es un decir, muy otro habrá de ser su lugar en la historia.

http://www.milenio.com/node/78382

martes, junio 17, 2008

Las actas hablaban, nadie escuchó

Alberto Aziz Nassif
17 de junio de 2008
El Universal

El último libro de José Antonio Crespo, 2006: hablan las actas. Las debilidades de la autoridad electoral mexicana, editado por Debate, es una pieza indispensable para entender qué pasó con el complicado rompecabezas de la última sucesión presidencial.

La ciencia, como decía Pierre Bourdieu, se construye y se conquista; este libro constituye un avance importante porque aporta una pieza que faltaba: la demostración de que el resultado electoral de 2006 es completamente incierto, y que las autoridades electorales no despejaron las dudas. La construcción de Crespo parte de las evidencias de la misma elección; el autor no inventa nada, no se saca de la manga ninguna información nueva, no hace malabarismos estadísticos ni colorea su trabajo, no hay adjetivos ni discurso político. Se trata de todo lo contrario: la construcción de un argumento y su demostración a partir de los mismos documentos oficiales, las actas de escrutinio que están en la página del Instituto Federal Electoral.

El libro de Crespo no sólo hace preguntas y analiza la información de las actas, sino que con ello muestra las insuficiencias de las autoridades electorales, que actuaron por debajo de sus competencias legales: primero el IFE restringió la apertura y recuento de paquetes electorales mediante una decisión que no tenía como objetivo establecer certidumbre, sino evitar problemas, y vaya si les salió el tiro por la culata, porque generaron un problema mayúsculo.

Luego el Tribunal Electoral quiso ser muy prudente y establecer una revisión más amplia, con la que en principio calculó que resolvería la certeza de la elección en un recuento más numeroso al del IFE, pero también se quedó corto y fue completamente insuficiente. El tribunal, como última instancia en materia electoral, nos ofreció un dictamen con fuertes debilidades lógicas y, lo más grave, no logró generar la certeza que necesitaba el país sobre el proceso electoral, metió al país en un conflicto que sigue abierto.

Si en México tenemos una marcada inclinación a dejar abiertos los expedientes, quizá se deba a las debilidades institucionales. Con este libro queda claro que si las autoridades hubieran hecho bien su tarea, el conflicto político se habría resuelto.

El método Crespo consistió en revisar las actas de la mitad de los distritos del país (150) y en ellos encontró que los errores (de todo tipo, aritméticos, de cómputo) superaban a la diferencia entre el primero y el segundo lugar, es decir, que el margen de Calderón sobre López Obrador era menor a los errores. Mientras la diferencia fue de un poco más de 233 mil votos, en los 150 distritos del análisis había más de 300 mil votos irregulares comprobables. Así la verdad jurídica no corresponde a los hechos, lo cual es grave.

Al mismo tiempo, el autor señala que la teoría de un fraude orquestado no se desprende de su análisis, es decir, la reconstrucción no le da elementos para afirmar la certeza de la hipótesis del fraude.

Los agnósticos, ese 15% de la población que se quedó con la incertidumbre de un proceso electoral muy cerrado, tuvieron razón porque ante una elección tan cerrada que no se depuró adecuadamente, no es posible saber quién realmente ganó, igual que sucedió en 1988. De esta forma, hacer hablar a las actas llevó a Crespo a concluir que los dos mitos de la elección, “el triunfo inobjetable” de Calderón y “el fraude” en contra de López Obrador, no tienen sustento en las actas. Así de sencillo y así de terrible…

Investigador del CIESAS

Dudas de que Calderón ganó elección

domingo, junio 15, 2008

2006: el fraude del tribunal

Miguel Ángel Granados Chapa
15 Jun. 08

Por la magnitud de los errores en el cómputo del conteo y por resultar afectada la certeza de las votaciones se debió anular la elección en la que Felipe Calderón resultó ganador

En la elección presidencial de 2006 hubo por lo menos 316 mil 539 votos irregulares, cifra superior a los 233 mil 831 sufragios en que consistió oficialmente la ventaja de Felipe Calderón sobre Andrés Manuel López Obrador. Pero al calificar la elección, el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ignoró el valor de esos votos irregulares y al declarar electo a Calderón, "lo hizo al margen de la información contenida en las actas", mismas que dicen "algo muy distinto a lo que los magistrados nos informaron que decían", es decir que el veredicto del tribunal, "al menos en lo que hace a los votos irregulares, no corresponde a lo asentado en las actas oficiales de escrutinio y cómputo".

Por lo tanto, puede afirmarse que en 2006 hubo fraude: "No un fraude que haya involucrado a millones de ciudadanos pero sí a un cuerpo colegiado de siete miembros que tenía la enorme responsabilidad de calificar la elección, revisar con exhaustividad la información disponible e informar con toda precisión y veracidad a los ciudadanos de por qué decidió lo que decidió, validando una elección cuya certeza quedaba en duda, según las actas electorales con valor oficial. Los magistrados informaron a la ciudadanía que las actas decían algo muy distinto de lo que en verdad reportan".

José Antonio Crespo ha hecho estas afirmaciones en su libro 2006: hablan las actas. Las debilidades de la autoridad electoral mexicana, resultado de una descomunal investigación. Cuando en diciembre de 2006 el Instituto Federal electoral puso en internet las actas de la elección de julio anterior -unas 135 mil-, el reputado politólogo decidió leer al menos la mitad de ellas. Y revisó escrupulosamente 63 mil actas de 150 distritos, también la mitad del total. Por ello puede establecer que el número de votos irregulares pudo haber llegado a más de 632 mil, casi el triple de los votos que oficialmente pusieron a Calderón por encima de López Obrador. Ante esa evidencia, el tribunal debió anular la elección y no atribuirle el triunfo a Calderón, porque no bastaba que ese órgano de calificación "hiciera el cómputo final -carácter cuantitativo- y declarara en automático al ganador, sino que era menester que realizara el escrutinio -con carácter cualitativo- antes de declarar válida la elección. Y el elemento esencial del escrutinio, es decir del valor cualtitativo del voto, radicaba en la magnitud de los errores de cómputo no justificados ni depurados, pues podría afectar justamente la certeza, principio cualitativo esencial para considerar válida la elección".

Crespo ha dedicado ya casi tres lustros al examen de la estructura y el funcionamiento del sistema político mexicano en general y el electoral en particular. Formado en El Colegio de México, y maestro en sociología política y doctor en historia por la Universidad Iberoamericana, es miembro del Centro de Investigación y Docencia Económicas (CIDE). A partir de 1995, en que dio a luz su estudio Urnas de pandora, casi no ha habido un año en que no enriquezca la literatura politológica mexicana con sus obras, la más reciente de las cuales, aparecida en 2006, se titula El fracaso histórico del presidencialismo mexicano.

Al análisis de los fenómenos políticos Crespo ha añadido su experiencia como observador electoral, una actividad que desde mediados de los ochenta contribuyó a combatir el autoritarismo de la legislación sobre elecciones y a definir los abusos que a partir de ella hicieron posible el largo predominio del PRI en el gobierno del país y de los estados. La observación electoral no dejó de ser necesaria luego de la gran reforma de 1996, pero su papel quedó en buena medida atribuido a los órganos administrativos y judiciales responsables de la elección. Con todo, Crespo actuó como observador en los comicios del 2006, en algunos distritos electorales de la Ciudad de México y en el cómputo oficial realizado por el IFE el 5 de julio. En el primer caso se percató "de la reticencia de muchos de los consejos distritales... para abrir y recontar los paquetes cuyas actas registraban errores". Por eso puso particular atención a la denuncia de la Coalición por el Bien de Todos (CBT) sobre la magnitud de los errores aritméticos en las actas, y que expresó López Obrador el 16 de julio:

"La revisión hecha por la CBT muestra que el sesenta por ciento del total de las 130,788 actas contienen errores aritméticos. Lo aclaro más: hay cerca de un millón de votos no sustentados en boletas electorales. O sea, las actas de escrutinio no reflejan la verdadera votación, porque apuntaron más o menos votos que los depositados en las urnas".

Crespo no votó por López Obrador. Y en su sistemática aportación al análisis político (en los diarios El Universal y Excélsior, amén de su participación en el Primer Plano del Canal Once, y hasta enero pasado en la primera emisión del noticiario Hoy por hoy encabezado por Carmen Aristegui) ha criticado la estrategia poselectoral de quien ahora encabeza el Movimiento Nacional por la Defensa del Petróleo. Hizo suya, sin embargo, la demanda lopezobradorista de contar "voto por voto" y después la causa civil que reclama la apertura de los paquetes electorales, ya sin fines jurídicos. Lo movió a hacerlo, inicialmente, la información que el Programa de Resultados Electorales Preliminares arrojaba sobre el tema: indagó "cuántos errores aritméticos detectaba entre los tres rubros del acta que estaban diseñados para coincidir. La cantidad resultó abrumadora: entre 800 mil y dos millones y medio, según los rubros comparados". (De los campos de que constan las actas electorales hay tres espacios que deben mostrar cifras coincidentes: ciudadanos que acudieron a votar (cv), boletas encontradas en las urnas (beu) y votación total emitida (vtte). Las actas son irregulares cuando no coinciden los números de esos apartados).

Crespo fue más allá de la consulta al PREP. Cuando el IFE puso a disposición de los usuarios de internet el total de las actas, decidió despejar sus "propias dudas sobre el tipo y magnitud de los errores aritméticos registrados en ellas, contrastando su información con las sentencias del Tribunal sobre los juicios de inconformidad interpuestos por los partidos. Emprendí, pues, esa revisión para cuantificar el número de errores aritméticos registrados en las actas electorales, ver cuántos de ellos fueron justificados y depurados, o podrían serlo a partir de los criterios utilizados por el propio Tribunal y si el remanente afectaba o no el resultado nacional, o empañaba o no el principio de certeza". Y encontró respuestas afirmativas a ambas preguntas.

El tribunal se contradijo, porque el 5 de agosto de 2006, al resolver los juicios de inconformidad, dijo que el IFE "debió haber abierto y recontado de oficio -es decir, aunque nadie lo solicitara- todos los paquetes electorales cuyas actas registraran alguna inconsistencia aritmética", pero el instituto sólo abrió "el 3.5 por ciento de los paquetes que se encontraban en esa situación, lo que implica que el 96 por ciento restante no fue abierto en ese proceso conforme lo estipulaba la ley". El tribunal, dice Crespo, pudo remediar esa omisión, pero se limitó a ordenar que se abriera otro 15 por ciento de paquetes cuyas actas registraban inconsistencias. El resultado es que "82 por ciento de los paquetes que por ley debieron ser abiertos y recontados... quedaron sin ser abiertos ni por el IFE ni por el Tribunal".

El libro de Crespo no es propagandístico, sino analítico: "Las actas electorales no dan la razón a quienes sostienen que López Obrador ganó la elección y que fue víctima de un enorme fraude -demostrar esto requeriría de una información distinta de la aportada por las actas- pero tampoco la da a quienes sostienen que Calderón ganó de manera inequívoca e inobjetable... Al Tribunal le correspondía demostrar el triunfo inequívoco del ganador oficial -quienquiera que hubiese sido", pero "decidió eludir la presentación precisa" de la información contenida en las actas, "distorsionando al mismo tiempo su contenido".

La comprensión cabal de lo ocurrido en 2006 requiere conocer, además de las actas tan brillantemente hechas hablar por Crespo, el contenido de los paquetes electorales, asunto pendiente ante los tribunales. Por lo pronto hoy sabemos que en ese proceso hubo fraude y lo cometió, por lo menos, el Tribunal Federal Electoral.


Correo electrónico: miguelangel@granadoschapa.com