lunes, marzo 19, 2007

100 días: otra visión
Manuel Camacho Solís
19 de marzo de 2007

A los 100 días del nuevo gobierno se sacan dos cuentas diametralmente opuestas. Sobran los argumentos para defender al gobierno o para atacarlo. Falta, en cambio, una mirada desde una visión comprometida con el futuro y, por ello, necesitada de objetividad y perspectiva.

Para el gobierno y sus seguidores, se ha superado la crisis postelectoral, hay un rumbo claro y se ha consolidado el nuevo gobierno. Salvo por los aumentos de las tortillas, para ellos sólo ha habido noticias alentadoras. Para la oposición, el gobierno no podrá resolver su problema de legitimidad de origen, no se han tocado ninguno de los problemas de fondo y se anticipa que continuará y se acentuará la exclusión social y política. Para ambas lecturas hay datos que las confirman y sobre todo estados de ánimo e intereses que las pueden perpetuar.


Hay otra visión diferente. Con independencia de las posiciones políticas que uno defienda en el momento, se debe formular otra pregunta: ¿Qué tan fortalecidos están los pilares en los que sostiene el gobierno; la política, la legalidad, la fuerza y la capacidad de realización material?


A los 100 días no ha habido una operación política de reconciliación nacional que pudiera ser reconocida como tal por la oposición. Ha habido pequeñas y aisladas negociaciones, intentos de cooptación, declaraciones que buscan eliminar focos de irritación en espacios como los de la política exterior. No hay, sin embargo, ningún hecho memorable, del que las partes se sientan orgullosas, que diera muestras de un acuerdo honesto, abierto, a la altura de una crisis como por la que atravesó la política nacional en 2006. Hay manipulación y propaganda; no hay política con mayúsculas.


A los 100 días no ha habido hechos contundentes de construcción de estado de derecho. Los pendientes de violación a las garantías que debieran ser enfrentados con determinación, como las violaciones a los derechos humanos ocurridas en Oaxaca, no han sido objeto de una acción gubernamental firme ni de la aplicación imparcial de la ley. Asimismo, no ha habido una acción determinante de disciplina interna, mediante el inicio de las acciones judiciales que procedan, o siquiera de sanciones políticas, contra actos de corrupción en gran escala sobre los que el gobierno está informado. Tampoco decisiones que sometan a ley a los intereses especiales que han colonizado al Estado.


A los 100 días sí ha habido una utilización de la fuerza para recuperar el control del Estado sobre el territorio, modificar el equilibrio con las organizaciones criminales y para transmitir una imagen de fortaleza.


A los 100 días no se ha fortalecido la capacidad de realización del gobierno. Los anuncios de programas simbólicos le dan una tarea a la administración y ayudan a transmitir una imagen de concentración en el trabajo que puede ayudar en el momento, pero no modifican la situación fiscal del Estado, la competitividad de la economía o las posibilidades de promoción del desarrollo, mejoría de la educación o impulso al cambio científico y tecnológico.


A 100 días no se puede afirmar que se haya reconstruido la gobernabilidad. Se han evitado las aberraciones del anterior presidente. Ha mejorado la coordinación en la administración pública. Se han cuidado las declaraciones presidenciales en la política exterior. Existe una relación menos vacilante con el PRI.


El gobierno puede decir que la situación es menos difícil de la que esperaba. Que ya está sentado en la silla. Que irá haciendo cambios, aunque sean menores, en la medida en la que lo permitan las condiciones políticas. Ello parecería razonable, pero no es suficiente frente a la dimensión de los retos que tiene en la economía, la política y la situación social. No es suficiente para asegurar un buen cierre. La fuerza nunca ha sido suficiente. México sigue urgido de mayor legitimidad, de legalidad, de una estrategia de desarrollo que no sea sólo de flotación mediante el petróleo y las remesas. Para los próximos meses y años, el gobierno sólo tendrá éxito si refuerza todos los pilares que lo sostienen (legitimidad, legalidad, crecimiento económico con bienestar social), y no sólo uno (fuerza).


Miembro de la Dirección Política del Frente Amplio Progresista