martes, abril 22, 2008

Economía Informal
Macario Schettino
22 de abril de 2008
Precios de alimentos

Hace ya algún tiempo habíamos platicado aquí de la presión que existía sobre el precio de las materias primas, y en particular de los alimentos

Lo hicimos cuando, hace ya más de un año, las tortillas se volvieron el tema del día. Desde entonces, le comentábamos que se trataba de un proceso que no se terminaba en el maíz, sino que afectaba a todos los granos, y que sentiríamos los efectos paulatinamente.

Hace unos días, Naciones Unidas anunció que estamos en una emergencia mundial por el precio de los granos. Y es que no han dejado de subir, y la tendencia ya llegó a algunos que parecían tranquilos, como el arroz. En su número de esta semana, la revista inglesa The Economist publica varios artículos al respecto. Más todavía, es el tema central de la semana. No es para menos, puesto que en algunos países la escasez de granos se empieza a convertir en crisis política.

La causa principal de lo que está ocurriendo en el mercado de granos es la brillante idea de George W. Bush de promover el uso de maíz para producir etanol y usarlo como biocombustible.

Es difícil encontrar ideas tan absurdas y peligrosas como éstas, pero ya ve usted que los políticos saben cómo complicarle la vida a los demás.

El uso de etanol como combustible es una pésima idea, a menos que usted no tenga otra alternativa. Brasil inventó esto hace muchos años, porque no tenía petróleo suficiente, y en cambio le sobraba caña de azúcar. Fermentar la melaza y producir combustible en lugar de ron o cachaza no es tan malo, pero pensar que esto puede servir para mejorar la situación ambiental o terminar con el calentamiento global es bastante tonto.

Cuando usted quema etanol, en lugar de gasolina, de cualquier manera produce bióxido de carbono. Debido a que el alcohol tiene mayor octanaje, produce un poco menos, pero la diferencia no es muy grande. El etanol produce 20% menos bióxido de carbono, pero el proceso de producción del etanol consume más energía que la producción de gasolina. Así, cuando usted hace la cuenta de todo el proceso, el etanol no resulta ser un gran avance. Sin embargo, si además de esto consideramos los usos alternativos de las materias primas, el asunto se pone bastante feo. Cuando Brasil decide hacer etanol de su caña de azúcar, no hay mucho cambio en la producción. Pero cuando Estados Unidos decide usar maíz, el efecto sobre el mercado es monumental. Primero, al subsidiar a los productores y al pagar un mayor precio (es decir, doble efecto), lo que ocurre es que producirán más maíz, y abandonarán otros cultivos, provocando un desajuste de todos los granos.

Así, el uso del maíz como alimento de animales fue sustituido con sorgo, que también subió de precio.

El maíz para humanos, por trigo, que no pudo producirse al ritmo necesario, y subió de precio. Puesto que el maíz da más rendimiento, por el precio y el subsidio, los productores dejaron de producir soya, que también subió de precio. Y así sígale, con todos los granos.

Mire usted: Estados Unidos redujo su producción de soya de 86 a 79 millones de toneladas (es el primer productor mundial), con lo que la producción total del mundo bajó de 235 a 222 millones de toneladas, porque no hubo cómo compensarlo. En el maíz, la producción mundial sube, de 700 a 770 millones de toneladas, pero todo ese incremento no compensa lo que ahora se destina a etanol, que ronda los 80 millones de toneladas. Es decir, hay una pequeña caída en la oferta, y un inmenso crecimiento en la demanda (por el uso como combustible). El trigo cayó, el año pasado, por problemas de clima, de 622 a 594 millones de toneladas, y ahora sube a sólo 602 millones, provocando la caída en los inventarios al nivel más bajo desde 1960.

Además de la idea brillante de Bush (yo creo que para mantener su rechazo al protocolo de Kyoto), hay dos razones adicionales en el alza de precios. La primera es la devaluación del dólar, que no es cosa menor. La segunda, el increíble crecimiento en el precio de los fertilizantes. En año y medio han subido 300% en promedio, aunque el fosfato supera 400% anual.

De acuerdo con el Banco Mundial (BM), de donde viene la información que le he proporcionado, estaríamos llegando al punto máximo en precios, y para el verano deberían empezar a reducirse, aunque no a los niveles que teníamos hace unos años, sino al que promediamos en 2006 y 2007. Pronto sabremos si eso ocurrirá o no, pero desde hoy ya podemos ver lo que cuestan los errores de política económica que se hacen con ánimo ambientalista. Tenga usted mucho cuidado con las “ideas verdes” que, salvo honrosas excepciones, suelen ser ocurrencias muy dañinas. No olvidemos que hoy el mundo tiene más de 6 mil millones de seres humanos. No se pueden aplicar soluciones que sirven sólo para unos cuantos, porque los efectos pueden ser devastadores. Como con el etanol.

www.macario.com.mx
La minoría de la minoría
Alejandro Encinas Rodríguez
22 de abril de 2008
La toma de las tribunas en el Congreso de la Unión por legisladores del Frente Amplio Progresista ha desatado una de las más virulentas campañas de encono desde las estructuras del poder. La pretensión de privatizar la industria y la renta petrolera nacional despierta hoy las tentaciones más autoritarias en la ya de por sí deteriorada situación política del país.

A quienes disienten de esta iniciativa se les califica con epítetos irresponsables: “golpistas”, “fascistas”. Bajo el argumento de que estas acciones buscan “cancelar el ejercicio de la razón de ser del Congreso”, se les pretende equiparar con Hitler, Mussolini, Pinochet y Victoriano Huerta.

No voy a debatir en torno a estos epítetos que caen por su propio peso: los golpes de Estado se dan desde estructuras del poder, no por la manifestación de integrantes del mismo Poder Legislativo. Cuando la confrontación se da desde la sociedad y desde la oposición por la vía pacífica se llama resistencia civil, cuando se da por la vía violenta se llama revolución. Fascismo se denomina a regímenes políticos autoritarios y totalitarios en ejercicio del poder. Querer equiparar a los disidentes políticos de la izquierda con sus más claros perseguidores resulta más que absurdo.

Me ocupan afirmaciones como las del dirigente nacional del Partido Acción Nacional, en el sentido de que “no vamos a permitir que unos violentos, que unos rijosos que están violentando el país, se salgan con la suya”, o la de un comunicador de la televisión quien afirma que el día en que un grupo de legisladores tomó las tribunas del Congreso “quedará en la memoria histórica como el día en que la minoría de una minoría secuestró el Congreso... impidiendo por la fuerza el ejercicio que es base de la democracia, la libre discusión de las ideas, el respeto a los demás, el derecho a disentir (sic)... violentó el principio democrático del ejercicio de las mayorías pasando por encima de ellas, usurpando (sic) lo que no les dio la sociedad”.

La primera, porque da cuenta del inequívoco rumbo de mayor confrontación política a la que se encamina el país y al aliento de los sectores más conservadores de nuestra sociedad, que impulsan de nueva cuenta la guerra sucia desde los medios de comunicación, llegando al extremo en una radiodifusora de dar a conocer “llamadas del público” que sugieren modificar la frase que en décadas anteriores alentó la derecha de: “haz patria, mata un chilango”, por “haz patria, lincha un perredista”.

La segunda, porque busca encubrir la demanda y el propósito fundamental de los legisladores del FAP, la de garantizar un debate nacional sobre las iniciativas que buscan privatizar una industria de la nación; porque el ejercicio del derecho a disentir se pretende presentar como el mayor de los retrocesos en la vida democrática del país provocado por “una minoría” que, por pequeña que fuese, tiene ese derecho, y porque quien está detrás de esta campaña es justamente la minoría menor de nuestra sociedad, que sería, sin duda, la beneficiaria de la privatización petrolera.

Me refiero no sólo a las grandes corporaciones multinacionales o a las que se han conformado en el país, sino a personajes con nombre y apellido, cuyas fortunas dan cuenta tanto de la enorme concentración del ingreso nacional como de la mayor desigualdad social registrada en la historia del país.

De acuerdo con la revista Forbes, los 10 mexicanos con mayor fortuna personal (Carlos Slim, Alberto Bailleres, Germán Larrea, Ricardo Salinas Pliego, Jerónimo Arango, Isaac Saba, Roberto Hernández, Emilio Azcárraga, Alfredo Harp Helú y Lorenzo Zambrano) acumularon una riqueza conjunta de 96 mil millones de dólares, lo que representa 10.2% del PIB del país, de los cuales sólo Slim representa 6.3% del PIB, al concentrar 60 mil millones de dólares.

Esta es la verdadera minoría de la minoría, la eventual beneficiaria de la privatización de un recurso estratégico vital para el desarrollo del país y que ha sido dilapidado irresponsablemente por los gobiernos priístas y panistas para justificar su privatización; no los legisladores del FAP, que al igual que los estudiantes en 1968 demandan el diálogo, el debate público y el refrendo sobre uno de los grandes temas de la agenda nacional.

aencinas@economia.unam.mx

Profesor de la Facultad de Economía de la UNAM