martes, diciembre 12, 2006

Falta de visión
Javier Corral Jurado
12 de diciembre de 2006
El Universal

La cultura, fruto complejo y riquísimo en su heterogeneidad, es al mismo tiempo el espacio natural para el encuentro común. Es el ámbito que nos pertenece, no sólo porque todos tenemos un ser y un quehacer cultural en nuestra vida diaria, en las acciones menos sofisticadas de la repetida y sencilla cotidianidad, sino porque de alguna manera cuando apreciamos los más elaborados bienes o servicios de los creadores, los asumimos como propios en una pertenencia que nos da felicidad, satisfacción, identidad, realización personal.

Ver a la cultura sólo como el desarrollo de una élite creativa, sin tener comprensión de los efectos sociales, políticos y económicos, ha ido carcomiendo el apoyo del Estado al desarrollo cultural e imponiendo mayores avatares a los que quieren desarrollar proyectos específicos.

El recorte presupuestal de alrededor de 30% al rubro de cultura en general, y a los programas de Conaculta en el gasto administrativo y programable del gobierno federal para 2007, es síntoma inequívoco de la falta de visión sobre el carácter estratégico que este sector tiene en el desarrollo económico y social.

Desdén por la cultura sería la forma más inmediata de identificar la medida, pero es algo mucho más que el desprecio intrínseco que los monetaristas que elaboran la política de egresos del gobierno de la República tienen por la creación intelectual, artística y cultural. Hay una absoluta carencia de visión de Estado, que se agrava con dos ausencias catastróficas en esta área: insensibilidad política frente a la coyuntura desconcertante por la polarización e ignorancia supina sobre el valor económico -para hablar en su mismo lenguaje- del conjunto llamado "industrias culturales".

Creo que no escapa a la comprensión del nuevo equipo de gobierno que en el espacio de la creación artística y cultural del país se localiza la posición más radical o beligerante de la protesta postelectoral, y que ahí el encono tiene expresiones tan drámaticas, como literarias o plásticas.

Es, en efecto, el sector más ideologizado en el recuento del voto por voto, y de suya -en forma ostensiblemente mayoritaria- una tradición de izquierda militante. Por ello, enviar una represalia en lugar de un lazo de amistad o un mensaje de respeto y tolerancia a la diversidad es un grave error, porque bifurca más los caminos para el encuentro entre el Estado y el desarrollo cultural.

No planteo la unidad de gobierno y creadores, porque ello conllevaría una negación de la libertad y del espíritu crítico con que debe moverse la producción artística, pero sí creo que ese entendimiento es básico para la reconciliación de la política.

Prácticamente en todas las acciones planteadas como prioridades nacionales para el reajuste presupuestal hay un desempeño específico para el sector cultural; el problema se presenta cuando se sigue desvinculando a la cultura del desarrollo integral de México.

La más potencial pequeña y mediana empresa mexicana es la cultural. Quizá en ello pensaba Carlos Fuentes cuando dijo que, con nuestra cultura de primer mundo, podríamos salir del tercer mundo.

Hoy mismo, en medio del regateo de recursos y todo tipo de obstáculos a los promotores y gestores de proyectos culturales, sobresalen datos que apuntalan el valor de la cultura no sólo en una proporción muy importante del Producto Interno Bruto -al contabilizar entre las industrias culturales todo lo audiovisual-, y la capacidad para generar empleos, sino también el papel esencial en la tarea preventiva frente a la inseguridad pública, porque atiende aspiraciones esenciales en tiempo y lugar de las personas.

De ahí la necesidad de vincular cada vez más lo cultural y lo comunicacional.
La mayor contradicción de este discurso de la austeridad para el reajuste es el comparativo entre el presupuesto destinado a la cultura, y el considerado para actividades de comunicación social, difusión y propaganda de la nueva administración, sin incluir las asignaciones a medios públicos (IMER, INI, Radio Educación, Canal 11 y Canal 22) que linda en los 2 mil millones de pesos.

El caso se torna extremo cuando -a pesar de la rebajada que les dio administración pasada- el Estado tiene aún a su alcance tiempos oficiales en radio y televisión, por virtud de la ley y de un decreto fiscal de pago en especie que intercambió la contraprestación económica por "tiempo aire". El gobierno continúa desembolsando dinero, cuando tiene para su uso 144 spots diarios de 20 segundos en cada uno de los canales de televisión del país, y 195 spots diarios de igual duración, en todas y cada una de las cerca de mil 400 emisoras de radio.

Claro, los rígidos y atrevidos monetaristas son valientes frente al sector de la cultura y frente a las universidades, a quienes también les mocharon. Pero con los barones de la televisión no se meten, ahí las prioridades nacionales pueden esperar, su primera lealtad es con los nuevos amos del país.

Antes que pensar en recortes y reajustes, podrían haber dispuesto importantes reasignaciones, si la austeridad fuera sincera. Lo que prevalece es la falta de visión y valor.

Profesor de la FCPyS de la UNAM

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