lunes, octubre 23, 2006

La firma de pólvora
Roberto Zamarripa
Reforma


Miguel Ángel Villanueva Escobar era un policía de élite. Uno de los pocos sobrevivientes de la camada original de la Policía Federal Preventiva (PFP), creada a fines del sexenio de Ernesto Zedillo. Director de las operaciones de inteligencia de la PFP, Villanueva Escobar fue ejecutado la noche del jueves con cuatro balazos en la cabeza.

En dos años ha habido por lo menos 12 ejecuciones de efectivos adscritos a tareas de inteligencia de la PFP. Síntoma de la vulnerabilidad, de los desajustes, y una ominosa advertencia a la sociedad: los encargados de la vigilancia secreta son descubiertos con ráfagas de plomo. Los agentes encubiertos son develados a balazos.

Cuando la PFP operó en las acciones de desmantelamiento de células del EPR y del ERPI, Villanueva Escobar estuvo al frente en el acopio de la información necesaria para la detección de movimientos de esos grupos. También tuvo que ver en operaciones especiales para la detención de presuntos miembros de la ETA que el gobierno español reclamó en extradición.

Es decir, no era un improvisado. Su hoja de servicio daba para la acumulación de medallas o de enemigos. Su experiencia rondaba por los túneles de las guerrillas mexicanas y sus ramificaciones en grupos y partidos políticos. Conocía a detalle siglas y divisiones, parentescos y afinidades, filias y fobias de los distintos militantes de células armadas urbanas y rurales.

Era considerado un experto en el estudio de explosivos y daba seguimiento a las distintas acciones ejecutadas con petardos puestos a las puertas de los bancos con panfletos de reivindicación. Siempre manifestó su preocupación, según cuentan quienes lo conocían, que si las guerrillas mexicanas tuvieran acceso a explosivos plásticos ahí sí se convertirían en una seria amenaza.

Villanueva fue un hombre adiestrado para las mejores artes de la seguridad nacional. Experto en el sigilo, mayormente acostumbrado a mirar que a ser visto, decidido a espiar antes que ser perseguido, Villanueva fue cazado en la calle antes de llegar a su casa. Lo mataron en el auto de cargo, el Pontiac Sunfire que ofrecen en la PFP como transporte de algunos mandos.

La misma noche del jueves, en un paraje de Salvatierra, pegado a Yuriria, fue encontrado sin vida el cuerpo de Félix Enrique Solís, un agente de la PFP adscrito a labores de inteligencia en Guanajuato, a quien se le acusaba de extorsionar a robacoches.

La noche del viernes, en Naucalpan, estado de México, Manuel Arroyo Hernández, director Antisecuestros de la PFP salió ileso de un atentado cuando viajaba en una camioneta oficial. Según los primeros reportes policiacos Arroyo investigaba el crimen de Villanueva.

Pero todo comenzó a desmadejarse hace dos años, en noviembre del 2004, cuando fueron linchados en Tláhuac los policías Víctor Mireles, Cristóbal Bonilla y Édgar Moreno Nolasco. Los tres fueron descubiertos no obstante que cumplían una misión secreta. Acudieron sin "escudo" de protección y fueron abandonados a su suerte en medio de las disputas de las burocracias de los gobiernos federal y capitalino. Mireles y Bonilla murieron.

El 16 de junio del 2005 Pedro Madrigal Trejo, titular de la Unidad Aeroportuaria de la PFP, fue asesinado a tiros por dos sujetos que lo esperaban afuera de su casa, igual que Villanueva, por la zona de Tlalpan.

También a mediados del 2005 fue asesinado en Querétaro el agente Mario de la Vega Alcántara, quien indagaba a bandas criminales en la región.

El 30 de agosto fue ejecutado en el estado de Veracruz el agente Alfredo Sosa, quien presuntamente investigaba casos de corrupción policiaca en la entidad.

En septiembre del 2005, Luis Francisco Cervantes Espíndola, oficial de la PFP junto con su hijo Jesús Cervantes, de sólo 4 años de edad, fue acribillado en el restaurante "Tiburones", en Zihuatanejo.

El 16 de marzo del 2006 vino un terrible aviso. Cuatro agentes del área de inteligencia de la PFP fueron asesinados en Nuevo Laredo, apenas tres días después de que había iniciado un programa de seguridad Frontera Norte.

Los agentes -Enrique Morán Delgado, Luis Antonio Tepos Palacios, Guillermo Rodríguez Lozano y Miguel Vázquez Cabrera- viajaban vestidos de civil en un auto Ford Focus con placas de Texas. Fueron rafagueados en el centro de la ciudad fronteriza.

En junio pasado un comando ejecutó a plena luz del día al subinspector de la PFP, Eduardo Corona, quien operaba en Apatzingán.

La amenaza criminal firma con pólvora y no deja dudas. Descubre a los encubiertos justo ahora cuando los mandos de las corporaciones federales ambicionan repetir en el sexenio entrante y se distraen de sus tareas actuales mientras la tropa lamenta la desprotección y el maltrato o bien abdica ante la amenaza criminal.


Correo electrónico: tolvanera06@yahoo.com.mx

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