viernes, noviembre 17, 2006

 Yo no soy un moderado

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En los últimos días, diversos medios de comunicación han hecho un llamado al Partido de la Revolución Democrática (PRD) a asumir una actitud más “conciliadora”, más “moderada”. Los pseudo-comunicadores, quienes incluso se atreven a hablar en nombre de la “sociedad mexicana”, se dicen sumamente preocupados por el futuro del país, por el destino de las instituciones que tanto trabajo y dinero (esto último es siempre lo que más les preocupa) han costado al “pueblo de México”. Estos lectores de noticias exigen a los diputados y senadores del PRD que desistan en su intento por impedir el acto de toma de protesta del presidente espurio, Felipe de Jesús Calderón, exigen respeto al “sistema democrático mexicano”.

Estos pseudo-comunicadores pasaron por alto los principios elementales de equidad y objetividad, y apoyaron la campaña de Felipe Calderón y el proyecto político de la ultraderecha panista, que garantiza la continuidad de un regimen que promueve de manera sistemática la desigualdad social y que utiliza la fuerza pública para acallar las voces de los ciudadanos inconformes. Su indigna actuación (recordemos al rabioso López Doriga amedrentando a López Obrador y haciéndole ver lo afortunado que era al aparecer unos minutos en su prestigioso noticiario de horario estelar) los despoja de la más mínima autoridad moral o mediática, hoy en día no son nadie para hacer llamados a la mesura y al orden. Señores lectores de noticias, su tiempo de demostrar interés por la sociedad mexicana pasó hace ya algunos meses, su falta de profesionalismo y, sobre todo, de ética, ha quedado al descubierto.

Los poderosos siempre han exigido moderación de aquellos a quienes intentan seguir explotando, exigen respeto a la ley de aquellos a quienes han negado sus derechos, exigen paz de aquellos a quienes han golpeado.

Hace algun tiempo, el teatrero, premio nobel de literatura y comunista Dario Fo contendió por la alcaldía de la ciudad de Milán y en este contexto escribió las siguientes líneas:

¡YO NO SOY UN MODERADO!

Si buscáis un moderado, tened cuidado a la hora de votarme,
porque conmigo se corre peligro!

¿Pero de verdad queréis un alcalde moderado?

¡El moderado es fuerte con los débiles y débil con los fuertes.
El moderado finge resolver los problemas sin afrontarlos!
El moderado hace la vista gorda ante la especulación inmobiliaria.
El moderado echa a los inquilinos de sus casas en el centro y después se las revende a los magnates de la especulación.
El moderado transforma en gueto la periferia.
El moderado acepta una escuela para ricos y una para pobres.
El moderado deja que la ciudad se vuelva más y más triste, y aplaude los rascacielos, donde no se ven niños jugando ni gente pedaleando en bicicleta.
El moderado teme disgustar a los ciudadanos que cuentan.

Y no concede la palabra a los que no tienen voz.

El moderado jamás cambiará nada.
El moderado no resolverá el problema de la contaminación
de Milán, no salvará los pulmones setentones de los niños de 5 años.

El moderado no os librará del tráfico, del millón de automóviles que, con sus pedorretas, han transformado la ciudad en una cámara de gas.

Hoy, al parecer, no ser moderado es un defecto o un delito; o bien un privilegio de los jóvenes.

¡Pero hacen falta muchos muchos años… para llegar a ser verdaderamente jóvenes!

Milán, si mi música te suena demasiado fuerte, entonces quiere decir que te estás volviendo demasiado vieja.

No hay moderado que haya hecho historia, como no hay moderado que haya ganado un Nobel.

¡Yo no soy un moderado!

Seré un alcalde que arriesgue. Porque creo que el riesgo del cambio es la única respuesta correcta para quien invierte su voto en un proyecto para Milán.

Si os decidís a votarme, arriesgáis mucho…

¡Os arriesgáis incluso a encontraros, finalmente, viviendo en una ciudad mejor!

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